Si hoy día don Quijote y Sancho Panza cabalgaran por las
sierras turolenses, podríamos imaginar la estupefacción y el consiguiente
diálogo suscitados entre ellos y convenir en que los dos tendrían razón: son
molinos, gigantes y además, muchos. Empecemos, pues, con la agitación y el rumor de las aspas de
los aerogeneradores. Confiemos en que para la emblemática fecha de 2030 (referente
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la ONU) la mayoría de nuestras
sierras no se hayan convertido en parques eólicos. Llevamos camino de que la
provincia se transforme en un macroparque de generación eólica. Los de Jarque
de la Val y Cuevas de Almudén pueden
sumarse en breve a los de Allueva, Fonfría, Mezquita de Jarque, Fuentes
Calientes, Cañada Vellida , Rillo… y, más recientemente, los que pueden
sobresaturar la emblemática comarca del Maestrazgo. El cierre de las minas de
carbón y el de la central de Andorra presionan en esta dirección. Un 10% de la
energía de la última subasta del Gobierno para todo el Estado va destinada a
los aerogeneradores de Teruel. La Unión Europea exige un cupo de energías
limpias del 32% para el 2030.
Apelamos con insistencia a la sensibilidad de los gobiernos
progresistas autonómicos y estatales y a la coherencia de sus postulados. Es necesaria una planificación general para acotar la ubicación
de los gigantescos postes aspados en la que se excluyan áreas específicas
preservadas de su instalación teniendo en cuenta su valor paisajístico y/o
ecológico, y la protección de la fauna voladora. En este orden de cosas, ¿no
debería haberse preservado el Maestrazgo íntegro? Ya en el 2011, un foro
exploraba en León las estrategias para conciliar el patrimonio natural con las
infraestructuras. Existe una “Guía de integración paisajística de los parques
eólicos en Andalucía” de 2014. La prestigiosa revista de divulgación científica
“Mètode”, de la Universidad de Valencia, nos recuerda que estas instalaciones
desfiguran los paisajes
rurales tradicionales provocando “un i mpacto en el carácter del lugar, que
tiene que ver con dimensiones de carácter identitario, cultural e incluso
afectivo que explican por qué la gente se siente parte de un sitio” y que “los
aerogeneradores hay que compatibilizarlos con los valores ecológicos,
históricos, estéticos o simbólicos del paisaje”, criterio asumido por los
gobiernos de Francia y de Escocia.
Es preciso investigar el impacto de los parques eólicos
sobre la despoblación, cuestionarse la sostenibilidad y aplicar la transparencia
para conocer la tasa real de empleo que se crea, como también para
desenmascarar los intereses ocultos que gravitan en torno a esta proliferación
y a esas enormes acumulaciones, verdaderos bosques de molinos blancos. En ese
aspecto y siguiendo a Darío Sanz, coordinador de IU en Teruel, no debemos
olvidar que las iniciativas empresariales vienen de manos privadas
–susceptibles de recibir dinero público-, en una parte significativa en la
actualidad de alguna antigua componente del sector estratégico estatal de la
producción de energía, cual es Endesa. El Partido Popular y el Partido Socialista Obrero
Español desnacionalizaron el sector, cosa que no ha ocurrido en Portugal,
Francia o Italia: ¡ay las puertas giratorias como aspas de molinos!
Es necesario poner límites a las áreas de emplazamiento, a
la cantidad de elementos y también a la producción de energía. Líneas rojas en
esto también. Preservar el futuro estableciendo límites, en sintonía con los de
la Tierra, que los tiene ineludiblemente marcados. Paralelamente y frente a los
megaproyectos de energías limpias, ayudaría el poner sobre la mesa de la
opinión pública y facilitar las opciones del consumo de proximidad o del
autoconsumo energético, así como el reconocimiento institucional de figuras de
protección ambiental y paisajística a espacios que los están exigiendo a gritos
mudos (en Teruel, a cada paso).
Gonzalo Tena Gómez
Colectivo
Sollavientos
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